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HIPÓLITO BOUCHARD: EL CORSARIO ALBICELESTE (PARTE III DE III)
Nueva versión corregida en los errores, aumentada en los datos y disminuida en los énfasis patrioteros de una historia que nada tiene que envidiarles a las hazañas de Sandokán, el Corsario Rojo, Jack Aubrey o el Capitán Blood. ¡Al abordaje!
YENDO A CALIFORNIA
California era, en esos años, apenas una cadena de misiones franciscanas dispersas sobre la costa, donde religiosos y nativos vivían plácidamente. La capital era Monterrey. Se cultivaba trigo, alfalfa y frutales, y había una incipiente industria vitivinícola. Los vinos, junto a los cueros, el sebo, la carne y la lana de ovinos eran los principales artículos de exportación. Aislados por el desierto, su vía de comunicación principal era la marítima.
Como la presencia corsaria había sido conocida con unos pocos días de anticipación, el gobernador
había ordenado la evacuación preventiva de mujeres y niños, además de los
archivos y dinero de
Los esperados refuerzos de San Francisco y San José no intentaron recuperar la ciudad, sino que esperaron la retirada de los atacantes, que mientras tanto se dedicaron al saqueo. Los marinos hawaianos tenían predilección por... los vestidos de las mujeres que encontraron en las casas. El ganado que no podía llevarse, se mataba. Se incendió el fuerte, el cuartel de artilleros, la residencia del gobernador y las casas de los españoles, pero se respetaron tanto los templos como las propiedades de los criollos.
Poco después atacaron el rancho El Refugio, la
hacienda de los Ortega, contrabandistas conocidos de la zona, quienes habían
colaborado con las autoridades coloniales contra los patriotas mexicanos. Se
repitió el saqueo como en Monterrey (4). Luego, los corsarios atacaron San Juan de Capistrano. Bouchard solicitó
provisiones a cambio de no hostilizar a la población, recibiendo como respuesta
una bravuconada. Una partida saqueó la misión, bien nutrida de
licores, pero sin dinero ni tesoros, los que ya habían sido evacuados. El
retorno de estos hombres a
La pequeña flota corsaria pasó de largo frente a San Diego y se refugió, para reparar los buques, en la bahía Vizcaíno. Permanecieron en ese lugar hasta enero de 1819, cuando partieron hacia el sur, a rondar los puertos de San Blas y Acapulco. Ya en América Central, atacaron Sonsonete, en El Salvador, y el 2 de abril, el Realejo, en Nicaragua, uno de los centros más importantes del comercio y la marina colonial española, amén de principal astillero del Pacífico. Pese a sus magros recursos, los corsarios igual capturaron el puerto: quemaron un bergantín y una goleta, insatisfechos por el pobre rescate ofrecido por sus dueños, e incorporaron un pequeño lugre y la nave María Sofía a la flota de Buenos Aires.
La aventura de Hipólito Bouchard en el Pacífico Norte terminó tras el enfrentamiento con un bergantín que
cañoneó a la Santa Rosa, sembrando de muertos y heridos la
cubierta. Sin
Ante los daños de la Santa Rosa y, al
tanto de que San Martín estaba por lanzar su campaña marítima contra el poder
español en Perú, Bouchard decidió dar por finalizada
la expedición y enfilar hacia Valparaíso. Cuando llegó al puerto, se encontró
con desagradables sorpresas. Por orden del vicealmirante escocés Lord Cochrane (el "Lord filibustero" como lo llamaba
San Martín) fueron arrestados, acusados de piratería; el cargamento fue
confiscado. Bouchard trató de resistir, pero la
superioridad de sus adversarios hizo inútil cualquier defensa. Se rindió y
quedó detenido. Se inició un tortuoso juicio, en el que su defensor
fue Tomás Guido. San Martín, Sarratea, Echeverría, O'Higgins, apelaron
en su favor. El coronel Mariano Necochea, compañero de Bouchard en San Lorenzo, armó un piquete de sus granaderos y tomó
Una vez liberado, Bouchard recorrió
Echeverría había conseguido nuevas patentes de corso y planeaba llamar a Bouchard a Buenos Aires, para operar con sus flotas en el Litoral argentino, pero el marino tenía otros planes. Ni él, ni sus subordinados, querían perderse la campaña libertadora al Perú. En una carta a Echeverría, Bouchard le comunicó que había decidido participar en la expedición a la tierra de los incas, y le pidió que velara por las necesidades de su familia (su esposa y sus hijas Carmen y Fermina) y se comprometió a reintegrarle los gastos a su regreso. Echeverría se enfureció y se negó. La familia de Bouchard quedó librada a su suerte.
Por los daños sufridos, tanto
Sin recursos económicos, Hipólito Bouchard se presentó al general San Martín y le rogó que lo dejara regresar a Buenos Aires. Pero el Libertador le pidió cinco meses más, tal vez pensando en darle el mando de la marina peruana tras la liberación: el 28 de julio de 1821, José de San Martín proclamó la independencia en Lima.
EL FINAL, LEJOS DEL MAR
Hasta 1828 Hipólito Bouchard siguió al servicio de la marina peruana. Entonces se retiró y se estableció en
las haciendas de San Javier y San José de Nazca, adjudicadas como recompensa
por el Congreso peruano. Bouchard fundó un gran
ingenio azucarero, al que llamó
Sus restos estuvieron perdido por más de 120 años,
hasta que en junio de 1962 fueron encontrados en una cripta olvidada de una
parroquia en Nazca, Perú. El 6 de julio de ese año, los restos fueron exhumados
por una comisión conjunta de las marinas argentina y peruana y repatriados a
Buenos Aires, a bordo de un crucero llamado
NOTAS
(4) En Santa Bárbara pueden verse, en un largo muelle de la playa, altos mástiles con las banderas de las naciones que alguna vez ocuparon California: España, Rusia, México, Estados Unidos y... Argentina. En el segundo piso del County Court House hay un mural que representa la ocupación de 1818.
(5) A San Juan de Capistrano llegan, en la primavera boreal, las golondrinas que emigran desde Argentina. En lo que hoy es Dana Point se sigue recordando el ataque de Hipólito Bouchard a San Juan de Capistrano, el Tall Ships Festival. Cabe aclarar que, para la mayoría de los textos anglosajones, Bouchard es un mero pirata. Uno de los pocos que le hace justicia es Peter Uhrowczik, en su obra "The Burning of Monterey: The 1818 Attack on California by the Privateer Bouchard", Cyril Books, 2001. Hasta donde sé, no hay versión en español.
FUENTES
Libros
“El crucero de
“El Águila Guerrera”. Pacho O'Donnell, Editorial Sudamericana, 1998.
“El corsario del Plata” (novela histórica). Daniel Cichero, Editorial Sudamericana, 1999.
“Corsarios argentinos”. Miguel Angel de Marco, Editorial Planeta, 2002.
“El desafío
insurgente. Análisis del corso hispanoamericano desde una perspectiva
peninsular: 1812-1828”. Tesis doctoral de Feliciano Gámez Duarte (extraordinario trabajo, por cierto). Universidad de
Artículos
“Cuando Hawaii tuvo bandera
argentina”. Conrado Etchebarne Bullrich.
Vínculos
“La California argentina”. Osvaldo Soriano (visión muy desfavorable sobre Hipólito Bouchard, comentada críticamente aquí).
Sitio de
Una versión previa de esta nota fue publicada, en diciembre de 2004, en el sitio Televicio Webzine. Otra, en Un Hornero, en setiembre de 2011.
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