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EL CRÍTICO NÚMERO UNO EN CINE BRAILLE
Festejando la llegada de la primavera en nuestro hemisferio sur, Cine Braille se viste de gala para recibir a un nuevo colaborador, que se encargará de elevar nuestra comprensión del mundo del cine. Es ni más ni menos que J Elwood Elsinore II, el Critico de Cine Número Uno de Trenque Lauquen, hijo de célebre director del mismo nombre. Como presentación, aquí van cuatro de sus legendarias críticas: las correspondientes a "Kill Bill", "Matrix Revoluciones", "El Retorno del Rey" y a la cola que tuvo que hacer para ver "El Retorno del Rey".
¿TARANTINO ABRAZA EL REALISMO SOCIALISTA?
Hacia la mitad de "Kill Bill" uno cree percibir, después del enésimo mutilado, que su director Quentin Tarantino es un admirador de las películas de los Superagentes o de filmes como "Comandos Azules". Digo esto porque el ítalonorteamericano parece haber olvidado que el cine es algo más que duelos con katanas, golpes de karate o pasos de capoeira. Y para empeorar todo, "Kill Bill" es exasperadamente verosímil, naturalista, casi documental. Es como si de golpe Tarantino decidiera demostrar que en su videoteca también hay lugar para cinematografías como la rusa, la checa o la polaca de antes de la caída del Muro. (Del de Berlín, no del que construyera Ariel Sharon Tate en Palestina).
Tarantino nos asesta una maratón de citas al cine oriental, un pretendido (y fallido) homenaje a grandes como Ricardo Espalter, China Zorrilla, Carlos Perciavalle o Juan Manuel Tenuta. También nos lleva a un paseo por la discoteca de su casa: es conocida su admiración por la música de los '70, y "Kill Bill" nos da otra muestra. En diferentes momentos de la película se escuchan fragmentos de canciones de artistas como Fred Bongusto, Conexión No. 5, Nicola Di Bari, Katunga, Gianfranco Pagliaro, Fausto Papetti, Mocedades, Leonardo Favio, Bárbara y Dick, Aldo y Los Pasteles Verdes, Sacramento, Lucho Gatica y Luis Aguilé (seguramente me estoy olvidando de algunos). Pero su criterio para musicalizar deja mucho que desear: el duelo entre los personajes de Uma Thurman (Black Mamba / La Novia) y Lucy Liu (O-Ren Ishii) es un coreografía de artes marciales al son de "Libre", de Nino Bravo. Uno de los tantos errores del nuevo mimado de la crítica...
La secuencia de animación que narra la niñez de O-Ren Ishii pretende alcanzar las alturas de García Ferré en "El Patriarca de los Pájaros" pero se queda a mitad de camino, tal vez por la inexplicable e innecesaria aparición de Tito, el personaje de TVR. Está bien que la película desarrolla una buena mitad de su extensión en tierras asiáticas, pero ¿era necesario que apareciera Tito para subrayarlo? ¿O Kung Fu / Bill? ¿O el Japonés Pérez? ¿O el Chino Tapia? ¿O la señorita Lee? Por suerte no se le dio a Tarantino por incluir un cameo del fallecido Akira Kurosawa...
También resulta muy burda la idea, hija del malhadado marketing, de remplazar el maní con chocolate o el pochoclo por sushi y sopa de serpiente. Pero a no desesperarse: en cualquier momento Osama Bin Laden se decide a emplear su arsenal de armas de destrucción masiva y nos libramos de Hollywood y sus maquinaciones, al menos durante los milenios que dure el efecto de la radiación. Por lo menos, así lo veo yo.
MATRIX REVOLUCIONES: FILOSOFÍA BARATA Y ZAPATOS DE GOMA
Llega a su ¿fin? la saga que revolucionó al cine de los últimos diecisiete minutos. "Todo lo que comienza tiene un final" dice el eslogan de la película, que en una primera lectura parece querer decir "¡Llega el final espeluznante que tanto esperabas!". A la media hora del filme, empero, uno tiene la sensación de que el verdadero significado de esa frase es "Está bien, la tercera parte es floja, pero si te viste las dos primeras ¿te vas a perder el final?".
De esa primera media hora sólo se puede señalar que la rave del Merovingio deja a la de Zion en "Matrix Reloaded" a la altura de una bailanta de González Catán, y que Mónica Bellucci está groseramente desperdiciada: no puede ser que la mujer más sexy del mundo aparezca vestida. ¡Tanto leer a Baudrillard o Slavoj Zizek para esto, chicos Wachowski! Un viejo pornógrafo como Tinto Brass debe estar revolcándose en su tumba, más que nada porque todavía vive y le excita la necrofilia. De las actuaciones poco puede decirse: Keanu Reeves llorando es menos creíble que Palito Ortega o Domingo Cavallo, y se destaca Apu Nahasepeemapetilon en el papel del indio (se notan los años de trabajar codo a codo con Troy McClure).
Todos los críticos tienen pruritos para contar el final de las películas, pero esta conclusión de la trilogía es tan floja que el menor escrúpulo merece ser dejado de lado: en un fallido homenaje a la cultura de los videojuegos (a la que tanto le deben las coreografías de las peleas), el destino del Universo se juega en un mano a mano al Pacman entre Neo y el Agente Smith. También es discutible la decisión de los Wachowski de musicalizar los títulos de la película con "(El momento en que estás) presente", el viejo éxito de la banda rockera argentina Vox Dei (bueno, en realidad todos los éxitos de Vox Dei son viejos éxitos...): "Todo concluye al fin / nada puede escapar / todo tiene un final / todo termina". Final que seguramente no será tal, ya que antes de la misma "Matrix Revoluciones" pudimos ver, en el trailer de la última parte de "El Señor de los Anillos", cómo el Agente Smith se infiltraba dentro del personaje de Elrond. ¡A papá mono con bananas verdes, muchachos Wachowski! Por lo menos, así lo veo yo.
HACIENDO LA COLA PARA VER "EL RETORNO DEL REY"
Trillado espectáculo el de la cola para ver "El retorno del rey" (Cine Ambassador, Mar del Plata, 13 horas del miércoles 7 de enero de 2004). Cualquiera que alguna vez haya hecho una cola para ver una película reconocerá los habituales comentarios de la espera: el lamento por no haber venido antes, la conveniencia de no asistir en grupos grandes para evitar problemas para encontrar el número necesario de butacas, la crítica a los acomodadores por la demora en habilitar el acceso a la sala y hasta el insulto al gobierno. Por suerte se habilitó el acceso cuando un gordo ya empezaba a sacar el tema de Saddam Hussein y Osama Bin Laden...
También es de destacar la relativa escasez de espectadoras, lo que disminuyó aún más el interés de la espera. El vestuario (veraniego por cierto) no se destacó por su elaboración, haciendo extrañar las premières en las que los fanáticos acudían disfrazados de Darth Vader, Morpheus o Harry El Sucio.
La estrella de la escenografía fue el venerable bache sito frente al Ambassador, en la calle Córdoba, recuerdo de la primera intendencia del socialista Fabrizio en el tan lejano y justicialista 1973. En cuanto a la música, recordaba los experimentos con sonidos electrónicos y ruido ambiente de un John Cage o un John Lennon ("Revolution 9", en el Álbum Blanco): una perfecta rapsodia urbana en la que se destacaba la estridente música de Crónica TV que emanaba de un bar contiguo.
El final fue recibido con aplausos, como no podía ser de otra manera. Recomendación: sólo para fanáticos. Por lo menos, así lo veo yo.
EL RETORNO DEL REY: VOLVIÓ Y FUE MILLONES (DE DÓLARES)
Lo primero que hay que decir de "El retorno del rey", tercera etapa de la trilogía de "El Señor de los Anillos", es que sus 210 minutos de duración son engañosos: son 210 de esos minutos compuestos por centenares de segundos. Esto se hace claramente perceptible en la última parte: la película se pasa tanto tiempo terminando que el final no llega nunca.
El director Peter Jackson no pudo sustraerse al habitual (¿inevitable?) frenesí de la cinematografía posmoderna por las referencias y homenajes. En este caso, las citas van de He-Man y Skeletor a "Matrix" (una gratuita y fallida aparición del Agente Smith), pasando por Los Picapiedras (en la escena de surf freak del elfo Legolas sobre un Mümakil, en medio de una batalla que recuerda a la del comienzo de "El Imperio Contraataca"). Por lo menos en "El retorno..." no está Saruman, mayúsculo blooper de las partes anteriores: el pretendido homenaje a Superman (como se percibe en el nombre) despertó la hilaridad de los cinéfilos de todo el mundo por la grosería del error. El Christopher que hacía de Superman era Reeve, no Lee, señor Jackson. ¡Hollywood ya no es el que era entonces!
En cambio, la escena en la que Aragorn se lanza a la carga con sus tropas envuelto en una bandera de San Lorenzo debe entenderse como una simpática cargada futbolera de Viggo Mortensen a Pablito Aimar, ex jugador de River Plate, quien personifica a Frodo en esta trilogía.
Dentro del eterno final hay lugar para una escena de cama redonda pornogay entre los cuatro hobbits con Gandalf entre los voyeurs, una concesión de Jackson al lobby homosexual dentro de Hollywood y que da una vuelta de tuerca sobre el sentido del filme: comenzada como una saga de contornos épicos, "El Señor de los Anillos" se convierte en una historia de amor y sexo equívoco (¡como por otra parte ya lo insinúa el título!). No podía faltar tampoco el final feliz justicialista, con Aragorn y su Primera Dama festejando el 17 de octubre y saludando a su pueblo reunido en la plaza de Minas Tirith.
El final también incluye una nota amarga, el triste desenlace de la historia de Sam, que luego de haber llegado al fin del mundo (¡y vuelto para contarlo!) retorna a El Bolsón para casarse, vivir en una casita de 4x4 y tener que vivir de un Plan Trabajar y sudar la gota gorda para pagar la hipoteca a 25 años del Banco de Tierra Media... Decididamente es el personaje al que le toca el destino más cruel, y que da la pista de posibles secuelas: la historia del Hijo de Sam. Historia que seguramente dirigiría Spike Lee si ya no la hubiera dirigido ("El Verano de Sam", 1999). Por lo menos, así lo veo yo.
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