THE LOST MOMENT
(España: Viviendo el Pasado
Argentina: El Momento Perdido-1947)

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Tavernier y Coursodon destacaban -con intuición-, el referente que la iconografía de Tina pudo tener en el personaje de Mrs. Giddins (Deborah Kerr) en la memorable THE INNOCENTS (¡Suspense!, 1961. Jack Clayton) -otra adaptación de Henry James-, pero en ocasiones advertimos en la anciana Juliana ecos del Roderick Usher de Poe -afirma en su permanente vigilia que alcanza a escuchar todos los ruidos de la casa-. Lo cierto es que cualquier aproximación al cine de casas encantadas, debería conceder un capítulo a THE LOST MOMENT, con la particularidad que esta mansión no conserva personalidad maligna alguna, sino que en ella el tiempo se detiene o intercambia por completo, para recrear la eterna representación de la evocación del amor.

La película está relatada en flash-back, precisamente por un anciano Venable, del que solo escucharemos su emocionado relato -las sensaciones que describen las palabras en off del protagonista, son de una gran sensibilidad- y contemplamos sus viejas manos, tras un largo y denso recorrido de la cámara por sus dependencias durante los títulos de crédito. La sensación de intemporalidad de la película se mantiene al comienzo del relato, que el espectador situa en una Venecia de época indeterminada y de evidente reconstrucción cinematográfica -y creo que este es uno de los ejemplos en los que unos rasgos de producción de serie B beneficiaron su resultado final-. Por unos canales de agua casi putrefacta -lejanos a la imagen general de su vivacidad-, discurre la góndola que transporta a Terry a su particular Mariembad. A partir de su llegada, la película deviene en un producto de inagotable belleza. Belleza tardía y marchita es la que proporcionan esos cortinajes que aíslan las estancias de la luz del sol, belleza del pasado la del anillo que luce la anciana Juliana en su mano casi esquelética, belleza en el peso de un ayer ya caduco en unas dependencias llenas de candelabros, libros, objetos decorativos y esculturas que, por momentos, parecen cobrar vida propia -ese busto helénico que se muestra en ocasiones-. Una mansión que está llena de recovecos, largos pasillos e intrínsecas escaleras -en pocas películas he podido disfrutar e integrarme tanto en su escenografía y los modos visuales de expresarla-.

La belleza de sus fotogramas se hace extensiva a muchas de sus secuencias. Una atenta revisitación de las mismas se haría extensísima y casi obligaría a un estudio riguroso, pero me permitiré evocar alguna de ellas. Así pues, citaré el crescendo que culmina en el primer encuentro de Venable con la encarnación joven de Juliana en el cuerpo de Tina -la secuencia está admirablemente ejecutada y revestida de un hermoso y evocador fondo musical-. Habría que destacar igualmente todas las secuencias que unen a Terry con la anciana -una impecable performance de una maquilladísima Agnes Moorehead, caracterizada por la amable tonalidad de su envejecida voz-, pero no puedo dejar de mencionar el intento frustrado del editor de alcanzar las cartas que se esconden dentro de una artística caja. Tal deseo es frustrado en pleno frenesí fanstastique, con la irrupción de un pequeño pájaro que muere al penetrar en la estancia -un detalle magnífico, que llega a maravillar por lo inesperado ¿recuerdan el protagonismo de los pequeños animales en la mencionada THE INNOCENTS?-. Esa búsqueda llegará a su momento culminante con el acceso de los poéticos escritos a las temblorosas manos del editor. Apenas una leve panorámica de sus manos a su rostro y un fundido, sirven para expresar la turbación que estas breves creaciones literarias adquieren en Venable. A partir de ahí su destino estará ya por siempre ligado a esa vieja mansión, en la que jamás morirá mientras sepa vivir de los recuerdos.

THE LAST MOMENT es una obra maestra imperfecta. Con algunos levísimos altibajos y ciertas subtramas que se dejan en el aire es, sobre todo, una película que apela a nuestra sensibilidad como espectadores. Siempre se ha achacado la excesiva blandura como intérprete de Robert Cummings, pero en esta ocasión creo que resulta impecable en una composición alejada a su imagen más conocida -y en la que destaca especialmente la cuidada y evocadora dicción de su relato en off-. Por su parte, la joven Susan Hayward me parece espléndida en su encarnación de la adusta Tina, aunque resulte por momentos insuficiente al asumir el rol de la encarnación joven de Juliana.

Pese a esos levísimos reparos, considero al film de Martin Gabel una de las cimas del cine fantástico USA en los años cuarenta, que incluiría sin dudar en una relación que personalmente albergaría títulos como CAT PEOPLE (La mujer pantera, 1942), I WALKED WITH A ZOMBIE (1943), THE LEOPARD MAN (1943, ambas de Jacques Tourneur), las ya mencionadas THE GHOST AND MRS. MUIR y PORTRAIT OF JENNIE, THE PICTURE OF DORIAN GRAY (El retrato de Dorian Gray, 1945. Albert Lewin) o THE SEVENTH VICTIM (1943, Mark Robson). Sus cualidades están a la altura de todos ellos y, quizá más que ninguno de los títulos citados, se encuentra necesitada de una obligada rehabilitación.

Juan Carlos Vizcaíno Martínez
Alicante (España)- Septiembre de 2006

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